Plano Personal

Si fuese un médico, yo estaría hablando con toda autoridad de generalidades aplicables a una mayoría, pero como soy un particular, sólo puedo hablar de mí mismo. Por lo tanto, aviso a navegantes a cerca de una circunstancia peligrosísima: el aburrimiento. Puedo decir sin apuro que me di a la bebida porque me dio la gana (aún no había hecho mía la frase de Bergamín: ‘el aburrimiento de la ostra produce perla’, una perla de frase ella misma). Tan fácil como eso, por raro que suene. Nunca he tenido un problema que se pudiera llamar problema, ni falta que me hacen, y, siendo mi problema el no haberlos tenido nunca, por eso me los creé yo solito, para saber qué era eso de lo que tanta gente hablaba que era el tener problemas.

Toda mi vida he sentido que tenía demasiadas ‘cosas’ a mi favor, que todo me era dado, que muchas de ellas me sobraban, demasiadas opciones, ‘perdido en las tinieblas de la abundancia’, desorientado de tantas posibilidades, de tanto proyecto de vida. Estaba claro que tenía que encontrar mi camino, tirando por la calle de en medio o la que fuese. Estaba claro que de alguna manera me tenía que ganar la vida. La vida con mayúsculas y entera. Estaba claro que algo me tenía que ganar yo solo. Estaba claro que, si bien no me tenía que ganar el pan, me tenía que ganar mi libertad y mi paz, porque esas no te las regala nadie.

Nunca olvidaré lo que dije en alto cuando puse un pie en la calle después de mi último internamiento, a la luz de la convicción, por fin, de que el alcohol no era mi droga, que no podía tomarlo porque me enganchaba, de forma probada después de semejante trayectoria y que no debía tomarlo de ninguna manera: ‘gracias, gracias quien seas, por fin hay algo que No puedo hacer en la vida’. Pocos días después escribía en un diario lo siguiente:

Al fin parece que empiezo a controlar una clave para la paz, que sería o es eliminar los sentimientos negativos. En mi caso concreto, se trata de no pensar en el futuro. Vivir al día, y de ese circunscribirse al tiempo deriva un circunscribirse a uno mismo, siendo más uno mismo. Me he pasado la vida convocando, reclamando, atrayendo, buscando el mal rollo (me acuerdo de esa manía persecutoria hasta dar con el problema fugazmente pre-sentido y naturalmente empezar o mejor dicho seguir sufriendo), y sencillamente ahora quiero experimentar el procedimiento contrario, sin duda el verdaderamente efectivo. Además, me gusta haber llegado a esta conclusión por mí mismo, para comprobar luego que coincide con los postulados de las más sabias y antiguas filosofías de vida. Eliminar de un plumazo los malos rollos, los sentimientos negativos, sean cuales fueren, nada más pre-sentirlos.

En conclusión, a la que he llegado a base de análisis al cabo de los años, mi problema era la falta de ser yo mismo, el no ser yo, el no ser libre en el sentido de Libertad con mayúscula, lo que, unido ello al factor de enganche sobre mí de la sustancia etanol, se convirtió en el problema muchísimo más grave de la adicción a esa sustancia.

Cuando me ha dado la gana de ponerme malo, me he puesto malo, pero el problema venía cuando me daba la gana de ponerme bueno, descubriendo que yo solo no podía. La decisión de beber terminaba siempre, al cabo de un tiempo indefinido, en un centro de recuperación de alcohólicos.

Una vez instalado en esa fase de renuncia a las cosas que se han hecho hasta la saciedad, decidí que a partir de entonces haría de mi vida lo que quisiera, y lo que quise fue dar cumplimiento al viejo anhelo de ser libre, la misma fuerza que siempre me llevó a liberarme hasta de ataduras afectivas. Unas ataduras que, aun adorando a la pareja digamos ‘de turno’, me la hacían insoportable por el hecho de ser pareja. Siempre he terminado por querer mucho más, mejor dicho por querer mucho mejor a quienes habían sido mis parejas, con las que mantengo inmejorables relaciones, porque pasaba a quererlas de verdad, sin reproches ni malos rollos ni dejaciones de principios personales, lo que entiendo como amor verdaderamente libre. Libre de mutuas dependencias, queriendo porque sí.

No fue otro motivo, que ese antiguo anhelo de ser libre, el que me hizo dejar el alcohol. Pues lo mismo quería para la vida entera, el mismo esquema, la misma liberación. Anhelaba estar libre de miedos, del ego, hasta del sexo a veces, de todo lo que me confunde. Liberarme de la ignorancia, descorrer el velo de la ignorancia para descubrir la verdad. Para estar libre de miedos, lo primero que debía hacer era librarme de la espantosa atadura del alcohol, que además los potencia de lo lindo.

1 comentario:

  1. Estas notas al márgen del libro que escribes suenan como a más de entretelas, de filósofo, de poeta, de profundis...para una próxima edición revisada; encantará a mucha gente que se quedó con las ganas de saber un poco más al leer Vino Torcido.

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