Presentación Madrid

Cuando caí en a cuenta de que, para la presentación en Madrid, había fijado con el Ayuntamiento la fecha del 23 de abril, se me cayó el mundo a los pies. Nada menos que el Día Mundial del Libro. Bien empezábamos. Pero es que, cuando visité el local que tan generosamente cedió la supereconcejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, la encantadora Alicia Moreno, de quien guardaba yo los mejores recuerdos desde que de jóvenes compartíamos grupo... aquello fue la puntilla. Porque cuando pude ver vacío el segundo auditorio de la capital de España, sencillamente pensé que me sentiría muy afortunado si se llenaban las tres primeras filas.



Llegó el día y me desayuné con la sorpresa de que todos los diarios de la capital incluían folletos editados por el Ayuntamiento y la Comunidad Autónoma de Madrid, guías a base de mapas, direcciones y reseñas para poder seguir con todo lujo de detalles la llamada Ruta de las Librerías a fin de facilitar el seguimiento de las doscientas presentaciones de libros que habría, ese día con su noche hasta entrada la madrugada, en la ciudad, en la provincia y en la Región.

El Cuartel del Conde Duque, edificio del siglo XV, es desde hace casi treinta años un emblema de la cultura madrileña que se enriquece con su Auditorio dieciochesco. Acudieron a la gran mesa del escenario José Manuel Torrecilla, por el Ayuntamiento, y Eusebio Megías, por la Fundación de ayuda contra la Droga, quienes hicieron una brillante exposición técnica del alcoholismo, y el gran periodista y escritor Andrés Aberasturi, entrañable personaje de la cultura española, tanto más atractivo como presentador literario cuanto culto e independiente de criterio como persona. Entre otras cosas de lo más plus, y no sé si del todo merecidas, esto dijo del Vino Torcido:

Tiene el libro la urgencia de la crónica y la hondura de literaria de la novela que entronca, además, con una larga tradición en la literatura española tan presente en Cela o Delibes por ejemplo, que es lo podríamos llamar el neocostumbrismo, una difícil escuela porque el autor se mueve siempre en la estrecha frontera del sainete intrascendente y el tremendismo gratuito.

Para haceros una idea de la presentación podéis ver el siguiente vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=VI-MvMV8Y0c


En este punto debo y quiero dedicar un recuerdo al hace poco fallecido doctor y académico de la Lengua, el psiquiatra don Carlos Castilla del Pino, otro personaje cercano en mi vida por partida múltiple, pues la amistad que tuve con él y que me permitió tantas veces tratarlo en ámbitos tan íntimos suyos como la exquisita biblioteca de su casa en Castro del Río, era, además, una amistad heredada de mis padres. Viene esto a cuento de que él quiso desde el primer momento ser el presentador de mi libro cuando llegase la ocasión de hacerlo en Madrid, lo que colmaba todo tipo de aspiraciones al aunar en su persona las figuras de presentador digamos terapéutico, como médico, y de presentador literario como ocupante del sillón ‘q’ de la Real Academia Española de la Lengua. Hasta que un mal día del pasado verano recibí la noticia de que suspendía todo tipo de actividades, incluida la de atender a su longeva consulta psiquiátrica, debido a los principios de la enfermedad que le mató hace ahora menos de un mes. Descanse en paz, pero debo añadir que su ida me envió la estupenda oportunidad de contar con Andrés Aberasturi, el tipo más sencillo que me he echado a la cara de cuantos componen la crema de la intelectualidad.

Intervenciones, coloquio, copita estupenda, es decir sin pretensiones de puturrú de fuá deconstruido, a cargo de la amiga Rocío Suárez... Más el impresionante apoyo de las 390 personas que, llenando hasta los palcos, contaron esta vez los bedeles según me contó Pilar Redondo, la incansable directora del Auditorio. Y 230 libros vendidos gracias a la gracia expendedora de mi sobrino Martín Ruiz de la Prada y su novia Julia.



ABC Madrid. Agenda. 20-04-2009.


ABC Madrid. Agenda. 23-04-2009.


Club Internacional de Prensa


Cope. Madrid.




Diario La Razón












El Imparcial. Cultura. Madrid















La Nación. es. Reseña literaria. Eva Reuss



Web del Diario La Razón






Programación del Auditorio, Cuartel del Conde-Duque






Revista Época. Reseña literaria. Fátima Uribarri.
















El autor con su señora madre



La Mesa vista desde los palcos



Otra visión de la Mesa



Más Mesa



El patio de butacas completamente a tope.



Amistades del autor






Incontables fueron las llamadas que, con emoción contenida, gustosamente hube de atender las semanas siguientes; llamadas de habituales o casuales oyentes de esas cadenas de radio y televisión que, con motivo de esta presentación, me habían entrevistado; llamadas de personas, normalmente mujeres, angustiadas por no saber ya qué hacer con sus esposos, o hijos, o hermanos o yernos.




Son con diferencia estas cosas las que, por encima de todo lo anterior, o más bien por debajo, sustentan el montaje este que concebí en su día y sigo llevando a cabo en el de hoy; las que dan sentido al trabajo acumulado de escribir, dar la cara, organizar, remover cielo y tierra para sacar adelante el propósito de difundir una obra, la que sea, por encima, o más bien por debajo de nuevo, de circunstancias, igualmente lícitas pero sin duda de menor importancia, como verbigracia la siempre existente vanidad de autor.




Son tantos los agradecimientos que debería de hacer aquí, que, ante el horror de dejarme alguno en el tintero, sencillamente opto por limitarme, como bien nacido y algo más, a la mención de mis padres. No sólo han estado presentes hasta ahora en todos los actos referidos como si se tratara de los de la Pantoja. No sólo han intentado comprender siempre las circunstancias de mi persona. No sólo mil cosas más en cuestión de generalidades. Sino que ya va siendo hora de decir que, para el caso concreto que en este blog se relata, el ojo literario de mi madre ha sido constante y capital durante las sucesivas versiones del libro en sus fases preliminares de ordenador.



Aun así, no quiero seguir adelante sin destacar el papel desempeñado por la cantidad de amigos que, a modo de claque y micrófono inalámbrico en mano, se ofrecieron en cada presentación para animarme el cotarro y romper el natural hielo del pudor a la hora de hacer preguntas en los coloquios siguientes a las intervenciones. Siempre quise hacer de tales actos algo vivo, y por ello adjudiqué a los más cercanos una serie de preguntas de mi preferencia: si me costó mucho dejar de beber, el papel de la fuerza de voluntad, si me gusta escribir, el concepto de enfermedad del alcoholismo, si prohibiría el alcohol, si me arrepiento de algo en la vida... Y, sobre todo, la gran pregunta que me permita explayarme sobre el aspecto digamos funcional del libro: si se trata, o no, de un libro de autoyuda.


Muchas de esas respuestas, si no todas, están contestadas en los mensajes que pueblan estas páginas.

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